EL PUEBLO QUE OLVIDA.

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Muchas veces en diversos medios uno escucha una crítica bastante justa hacia una supuesta característica psicológica negativa de los Argentinos: El olvido de las malas conductas públicas, de los comportamientos deshonestos.
Hay otras: El desentenderse del prójimo (el famoso «no te metás»), la hipocresía (no ver lo que pasa sino a través del cristal de la propia conveniencia), la mentira (ocultar, simular, tergiversar, etc (por ejemplo falsear estadísticas, índices, noticias), etc.
La nómina sería extensa, por eso la finalicé, para no amargarnos de entrada. Aún hay tiempo, siga leyendo…

Me voy a ocupar principalmente de un aspecto notorio y público.

Se observa por muchos que el habitante del país llamado La Argentina es un individuo de poca memoria.

Transcurridos unos pocos años no parece recordar que hubo causantes o coautores de hechos políticos dañinos y perjudiciales, a veces hasta de muertes, y los vuelve a votar, los vuelve a elegir para cargos públicos.

Los personajes en cuestión, que por inútiles, por carentes de idoneidad, por insolvencia cívica y moral, por delincuentes, en su momento fueron defenestrados de los cargos o posiciones que ocupaban vuelven a la función pública, inclusive a las más encumbrados, o con mayor poder político e institucional.

Parece que la población ya no guardara rencor ni odio hacia los autores de sus males pasados.

Males pasados todavía con consecuencias presentes (muchas veces penosas), como lo relativo a los llamados corralitos y corralones, que motivaron suicidios, exilios, internaciones, embargos, ejecuciones hipotecarias, etc.

Y otros:

Como la pobreza, la pobreza mayúscula, la miseria, el despojo pecuniario a vastos sectores (corralitos), la ausencia de progreso, etc.

No es extraño prender el televisor y ver en la pantalla a un ex presidente, a un ex ministro, a un ex secretario de estado, al que hasta se le iniciaron diez, veinte, treinta, o más causas penales por enriquecimientos ilícitos, por desfalcos, o ninguna pues zafó de todo Mandinga sabe cómo, que opina sobre tal o cual tema de actualidad como si fuese alguien autorizado para dictaminar al respecto.

Algunos periodistas le facilitan el acceso a un micrófono o a un espacio televisivo o radial para que como si fuese una persona competente pueda hablar y dar recomendaciones sobre la marcha de los asuntos públicos del país.

Aún estoy esperando que el Banco me devuelva el dinero confiscado abusiva e inconstitucionalmente, y conmigo probablemente lo mismo le pasa a cientos de miles de conciudadanos.

Prendo la caja boba, y veo al autor de mis males, y por si fuese al poco causante (entre otros varios), de graves fracasos y frustraciones del país, hablar sobre el estado económico financiero de la nación como si fuera un ex funcionario político honesto, exitoso, e impoluto.

Pero el sujeto en cuestión tiene un pasado.

Un pasado horroroso en la materia. No estuvo, ni está en prisión. ¡Por lo menos debiera llamarse a silencio por vergüenza y por culpa, y para que no lo metan adentro por el resto de sus desastres!

¿Puede ser que sea tan inconsciente que todavía y sospecho que nunca se dé cuenta del mal que ha causado a muchos de nosotros y al país en general?

Probablemente a éste lo haya perjudicado en muchos miles de millones de dólares.

Pero sigue adelante (ahora no a cien por hora, sino a ochenta), como si nada…

¿Cómo puede ser? ¿Y qué pasa con el resto de los Argentinos que le ponen el oído? ¿Son como él? ¿O si no les afecta, no los embromó, no se sienten perjudicados, no les importa el daño sufrido por el prójimo, y se olvidan?

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